jueves, 5 de febrero de 2009

3) Dogmatismo.

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Dovela pétrea con la representación de un hombre con mazo
que arrastra a otro personaje por los pelos de forma agresiva
y autoritaria mientras éste intenta evitarlo con su mano
izquierda aunque con actitud un tanto resignada y sumisa.
Arquivolta de la portada sur de la Iglesia parroquial
de Larraona (Navarra).
Finales del siglo XII. Arte románico popular.
Obsérvese la simplicidad y expresividad de esta deliciosa
escultura relivaria románica y el cumplimiento de la misma
de la ley de adaptación al marco arquitectónico de Focillón.
(Foto de Jesús Díaz).

Sostenía apropiadamente Antonio Machado que "el tono dogmático oculta la debilidad de nuestras convicciones".

La razón se defiende por sí misma mediante la argumentación, la lógica, el diálogo, la reflexión, la capacidad de persuasión.

La sinrazón requiere posiciones autoritarias para imponerse, para doblegar por la fuerza las posiciones adversarias, requiere el "ordeno y mando", el "manu militari", el "porque lo digo yo"; supone el triunfo de la "razón de la fuerza" en lugar de la "fuerza de la razón".

Con frecuencia las ortodoxias han sido propensas al dogma, mientras que las heterodoxias han gustado más de la pugna dialéctica, del dinamismo de las teorías, de la diversidad.

El dogma supone cristalización, monolitismo, visión estática, entumecimiento y estancamiento mental.

Los grupos e instituciones que necesitan para su mantenimiento y supervivencia medidas inquisitoriales, controles exhaustivos, corsés ideológicos, cánones insoslayables, se dirigen al colapso, agonizan paulatinamente, puesto que obstruyen su propia capacidad de inventiva, de creatividad, cercenan sus propios retoños, su vitalidad, su futuro.

El agua estancada se corrompe y se vuelve pestilente, sin embargo el agua que fluye saltarina por el arroyo, fecunda y fertiliza las tierras que a su paso lame con avidez. Del mismo modo el dogmatismo convierte en mortecino y lánguido lo que la libertad vivifica y estimula.

Despojemos nuestros espíritus y nuestras mentes de todo fanatismo y luchemos denonadamente desde nuestra individualidad por la sociedad abierta y liberal que permita y facilite el desarrollo integral de nuestras potencialidades como tantos pensadores, desde Adam Smith a Karl Popper han sostenido.

Olvidemos las posiciones intransigentes, los peligrosos sectarismos, las visiones endogámicas, los dogmatismos exacerbados y dejemos que nuestra mente fluya libre sin restricciones artificiosas. Ello nos conducirá a la tolerancia, a las posiciones ecuánimes, al equilibrio vital.

(Zaragoza, 7 de Enero de 1995).

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